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1984
Por Enrique Dorantes
Hace pocos días, Hugo Chávez, dictador la República Bolivariana de Venezuela (que lo de Bolivariano le ha quedado grande), restringió la señal a 5 canales de televisión de paga en aquel país sudamericano, por la simple razón de que estos canales no transmitían su fea cara ni sus aburridos, mentirosos, verborreicos y megalómanos discursos. Un total agravio a una de las libertades esenciales de los seres humanos, la de expresión, en un país que se dice soberano y democrático (risas).
¿Y por qué el pueblo venezolano va a soportar ver el rostro de su antropoide presidente cuando a éste se le venga en gana.? ¿No tienen ya suficiente con la inminente devaluación y fracaso en su "proyecto de estado" al estilo Yo-quiero-ser-como-Castro-y-se-aguantan?
Venezuela vive una completa distopía; con la mala fortuna de contar con un demente como jefe de estado, alguien que padece complejo de dios, pero con bastantes demonios en su masa encefálica. Lo cual me hace recordar a un Gran Hermano, y no me refiero al lamentable reality televiso, sino a la novela 1984 de George Orwell, escrita en el ya lejano 1948, uno de los clásicos de la literatura universal, indispensable para comprender la enajenación de poder de algunos bastardos, como el mencionado previamente.
El libro, plantea un futuro caótico, en el que el personaje pricipal, Winston Smith, buscará la manera de subvertir a la dictadura reinante, con ayuda de Julia, mujer de la que se enamora y con la que comparte su ideología. Juntos se unirán a la resistencia, comandada por Emmanuel Goldstein (basado en Trotsky), la cual no es más que un títere del mismo poder del Gran Hermano.
Esta es una sociedad controlada por un ojo que lo ve todo, y por los ministerios, que mantienen reprimido a todo el pueblo inglés. El del amor, el de la paz, el de la abundancia y el de la verdad; encargados de que jamás se extinga la tortura a los rebeldes y que no existan relaciones interpersonales que involucren sentimientos; que la guerra sea un elemento permantente; que las clases no pertenecientes al partido no vivan, sino sobrevivan con los sueldos miserables; y de tergiversar la verdad de acuerdo a la conveniencia del gobierno.
Winston desafía todo lo creado por el partido todopoderoso (máxima aspiración del Priismo), trata de consumar su amor en libertad, se desencanta del sistema que le da de comer, y busca derrocarlo, pero no tiene las armas suficientes. Una novela política de alcances insospechados, que denuncia las prácticas de la política mundial, y las encierra en una comunidad decadente, castigada por la ambición del poder totalitario.
El sistema se da cuenta de la traición de Winston y su turno para contraatacar será contundente. Un héroe es considerado así, sobre todo, cuando muere en la batalla. Pero Winston no morirá.
La novela del escritor británico, que ataca las características del estalinismo llevándolas a su máxima expresión apocalíptica, es un reflejo claro de las prácticas que a más de medio siglo de distancia, siguen siendo operaciones cotidianas de políticos relucientes por fuera, nefastos asesinos por dentro.
Bastó un ejemplo al inicio de la reseña, pero así como Hugo Chávez utiliza su constitución para fines meramente sanitarios, cientos de jefes de estado han aprovechado su posición privilegiada para reescribir el pasado de una nación, para hundir a las clases obreras, atacar a la oposición o simplemente asesinar a su pueblo en guerras inventadas (léase George Bush).
Si Chávez no ha basado su estancia en el gobierno en el libro del tal George Orwell, entonces ya no entiendo nada.
1984
George Orwell
Grupo Editorial Tomo
México 2006