En 1996 Doug Pray hizo una astuta crónica de la celebrada escena grunge, cuyos miembros fueron sacados de la oscuridad e impulsados -para su sorpresa- hasta el conocimiento internacional. El director mostró a través del filme Hype! a los músicos desconocidos que no lograron subirse en la ola, la forma en que el grunge se agotó a sí mismo rápidamente y asentó un nuevo precedente: si en un rincón alejado de todo, como Seattle, ocurría algo tan importante, seguramente lo mismo estaría sucediendo en otro lado.
Del underground al reconocimiento de la crítica a la popularidad mundial al inevitable oscurecimiento, eso vimos cuando se abandonó Seattle y apareció la nueva escena neoyorquina, el Motor City Rock de Detroit, el hervidero de bandas de Montreal, Oslo y no recuerdo cuántos lugares más. El ciclo se mantiene, tan familiar e ineludible como la estructura de verso-coro-verso que cualquier amante de la música reconoce, pero mientras los movimientos musicales alguna vez fueron determinados por una ciudad o el lugar donde las bandas se congregaban, ahora es un blogger o un periodista el que puede encontrar tres o cuatro bandas de forma aleatoria en el mundo, amarrar unos pocos puntos en común entre ellas y crear todo un género.
En algún momento del año pasado un ente de la blogosfera realizó ese ejercicio, empezó a apilar bandas noveles con un sonido similar y, al hacer cuentas de estilos, referencias y resonancias, les colocó la etiqueta de chillwave. No pasó mucho tiempo para que otros sitios de música empezaran a brincar alrededor del término, que surgieran oportunidades, se abrieran espacios en festivales para los grupos sumergidos en ese sonido y que incluso iTunes dedicara una sección al nuevo género en su tienda en línea.
Sabemos que eso no es nada novedoso, el nuevo milenio llegó cargado de etiquetas para barrer el aislamiento geográfico y concretar una amalgama, que a pesar de ser efímera, contiene los sonidos globales. Y como las fusiones aumentan (los puristas obviamente encuentran cada vez más motivos para gritar que la música ya no es como antes), las tendencias se vuelven más densas y con mayores conexiones. Internet aceleró ese proceso en el que se gestó el electroclash, freak folk, disco punk, indietronic, etcétera, etcétera, el ciclo se descentralizó y removió la geografía de la ecuación. Simplemente, si hoy surgiera el grunge ya no sería necesario que los integrantes de Soundgarden, Pearl Jam y Nirvana compraran sus camisas de franela y sus Doctor Martens en la misma tienda local, sólo sería necesario que existieran suficientes actos similares en línea.
Aunque la mayoría de los grupos involucrados creen que el chillwave es una invención comercial, Ducktails, The XX, Toro Y Moi, Neon Indian, Memory Tapes y The Best Coast están tomando ventaja de eso sin caer en la tortura a la Kurt Cobain, reconocen que hasta que empezaron a recibir atención mediática a finales del año pasado no tenían conocimiento de que existían otros. Realmente los chillwavers se han unido por oportunidades y para reírse de la incongruencia del género... el cual es tan difícil de definir que para el momento en que entendamos de que se trata, ya habrá pasado su tiempo y ya estaremos etiquetando otras cosas.
Y, sólo para no dejarles dudas... según los múltiples calificativos, el chillwave es: un derivado de influencias de los 80s, series de sampleos new wave, beats dance con una decidida grabación lo-fi mezclada con la nostalgia de los baratos teclados Casio. Tal vez por esa misma razón le han puesto apellidos a la etiqueta, chillwave no es suficiente, también se le conoce como Glo-Fi o Hypnagogic Pop, las características son las mismas: uso intensivo de sintetizadores, beats downtempo, loops, sampleos y voces filtradas con referencias al synthpop, shoegaze, ambient y supongo que lo que se nos ocurra en las próximas horas... la realidad es que no se si es un género o una tendencia, lo que sí se es que con una etiqueta es más fácil localizarlos en una tienda.
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