Hace 20 años nos sorprendíamos al ver por primera vez una guerra casi en tiempo real, las imágenes de visión nocturna de la Guerra del Golfo parecían algo irreal a través de nuestras televisiones análogas, sin embargo ese fue uno de los primeros precedentes de que la forma en que veíamos la TV cambiaría. Desde esos bombardeos el aparato se ha transformado sustancialmente, tal vez no hemos percibido esos pequeños grandes cambios debido a la contemplación cotidiana, pero gracias a eventos recientes podemos percibir que nuestra función como espectador también ha evolucionado.
Hemos visto que en muchos casos la Caja ha dejado de ser idiota, aunque en otros logramos constatar que la bajísima calidad de los contenidos de ciertas cadenas de televisión incluso rebasan el término, pero más que nada hemos constatado que la clave del futuro de la televisión es dejar de pensar en ella como tal y concebirla en términos de bits.
Esa idea es muy fácil comprobar, sólo basta tomar las cifras de audiencia de la Copa del Mundo Sudáfrica 2010 o el fin de la serie Lost. En ambas transmisiones las televisoras hablan de cifras, de cientos de países concentrados en un sólo evento y millones de personas cautivas a un televisor, sin embargo omiten la parte más reveladora: la cantidad de personas que siguió los juegos y la serie a través de otros medios electrónicos, sin pagar un sólo centavo o sin ser impactados por los millones invertidos en publicidad.
Para ponerlo más simple, hasta hace cuatro años en las oficinas alguien se ofrecía de voluntario para llevar una televisión al trabajo y otros contrataban un sistema de paga para seguir la transmisión del Mundial completa, ésta vez aparecieron algunas televisiones portátiles y se aplicó la tecnología digital (de dedo) en las antenas de algunos teléfonos celulares, pero para gran disgusto de las compañías de TV de paga, una gran mayoría siguió el evento a través de Intenet y sus múltiples canales de colaboración gratuita de TV P2P.
En el caso de las series de televisión, ya es de dominio público que no necesitas un aparato receptor o tener un contrato con una compañía, cientos de lugares en la red te dan acceso a cada episodio, acercándote a historias que la TV abierta siempre deja inconclusas (refinándote repeticiones hasta el cansancio) o ni siquiera contempla entre la programación de tu interés o que un carísimo paquete de canales deja fuera de tu alcance.
Pensando en que las nuevas formas digitales han permitido a los espectadores seguir cualquier evento a través de medios alternativos, los juegos al aire en vivo en teléfonos celulares y computadoras o series de televisión y películas distribuidas sin límites de horarios, la televisión ha dejado de centrarse en sí misma para desplazarse hacia el televidente, ahora transformado en usuario.
Aunque la divergencia entre oferta/demanda deja flotando la sensación de que algo se termina, sabemos que no se trata de una muerte. Algunos han llamado al nuevo sistema neotelevisión o hipertelevisión, una nueva forma de transmisión que superará cualquier crisis de programación con la grabación disponible siembre para el espectador (un TiVo libre de fallas y más accesible). Simplemente la frase “no se pierda el próximo episodio, a la misma hora y en el mismo canal” será un referente bastante obsoleto de una época muy lejana. La hipertelevisión, en todo caso, privilegiará el contenido grabado on-demand.
Considerando lo anterior, si lo que está en crisis es el medio y no la transmisión, esto no impedirá que ante ciertos eventos se vuelvan a congregar las masas de manera simultánea delante de las pantallas, aunque sabemos que el seguimiento ya no será gracias al habitual voluntario de la oficina. Las transmisiones en directo resistirán los embates por algo bastante simple, vivimos una época en que necesitamos lo inmediato.
Algunos se ponen fatalistas y anuncian la muerte de la televisión, sin embargo cómo todo lo que ha muerto en los últimos años (cine, libros, música, periódicos, revistas, la ingenuidad) sólo se trata de una transformación en la que la crisis de la programación sucumbirá. La TV se está fragmentando en diferentes pantallas, horarios, situaciones de consumo y audiencias, pero lo mejor de todo es que la división responde a una sola necesidad, finalmente tenemos a nuestra disposición contenidos que anteriormente eran vedados por los pequeños grupos que controlan la cultura y el entretenimiento.
Gracias a la banda ancha nos saltamos del alguna forma al odioso intermediario, nos evitamos los comerciales (ésta bien vemos algunos comerciales, pero en ruso, así que importa) y, lo mejor, sacamos de nuestro campo visual las manos con ojitos y ropa y las conductoras que se paran como demostradoras del departamento de carnisalchichonería.
Hemos visto que en muchos casos la Caja ha dejado de ser idiota, aunque en otros logramos constatar que la bajísima calidad de los contenidos de ciertas cadenas de televisión incluso rebasan el término, pero más que nada hemos constatado que la clave del futuro de la televisión es dejar de pensar en ella como tal y concebirla en términos de bits.
Esa idea es muy fácil comprobar, sólo basta tomar las cifras de audiencia de la Copa del Mundo Sudáfrica 2010 o el fin de la serie Lost. En ambas transmisiones las televisoras hablan de cifras, de cientos de países concentrados en un sólo evento y millones de personas cautivas a un televisor, sin embargo omiten la parte más reveladora: la cantidad de personas que siguió los juegos y la serie a través de otros medios electrónicos, sin pagar un sólo centavo o sin ser impactados por los millones invertidos en publicidad.
Para ponerlo más simple, hasta hace cuatro años en las oficinas alguien se ofrecía de voluntario para llevar una televisión al trabajo y otros contrataban un sistema de paga para seguir la transmisión del Mundial completa, ésta vez aparecieron algunas televisiones portátiles y se aplicó la tecnología digital (de dedo) en las antenas de algunos teléfonos celulares, pero para gran disgusto de las compañías de TV de paga, una gran mayoría siguió el evento a través de Intenet y sus múltiples canales de colaboración gratuita de TV P2P.
En el caso de las series de televisión, ya es de dominio público que no necesitas un aparato receptor o tener un contrato con una compañía, cientos de lugares en la red te dan acceso a cada episodio, acercándote a historias que la TV abierta siempre deja inconclusas (refinándote repeticiones hasta el cansancio) o ni siquiera contempla entre la programación de tu interés o que un carísimo paquete de canales deja fuera de tu alcance.
Pensando en que las nuevas formas digitales han permitido a los espectadores seguir cualquier evento a través de medios alternativos, los juegos al aire en vivo en teléfonos celulares y computadoras o series de televisión y películas distribuidas sin límites de horarios, la televisión ha dejado de centrarse en sí misma para desplazarse hacia el televidente, ahora transformado en usuario.
Aunque la divergencia entre oferta/demanda deja flotando la sensación de que algo se termina, sabemos que no se trata de una muerte. Algunos han llamado al nuevo sistema neotelevisión o hipertelevisión, una nueva forma de transmisión que superará cualquier crisis de programación con la grabación disponible siembre para el espectador (un TiVo libre de fallas y más accesible). Simplemente la frase “no se pierda el próximo episodio, a la misma hora y en el mismo canal” será un referente bastante obsoleto de una época muy lejana. La hipertelevisión, en todo caso, privilegiará el contenido grabado on-demand.
Considerando lo anterior, si lo que está en crisis es el medio y no la transmisión, esto no impedirá que ante ciertos eventos se vuelvan a congregar las masas de manera simultánea delante de las pantallas, aunque sabemos que el seguimiento ya no será gracias al habitual voluntario de la oficina. Las transmisiones en directo resistirán los embates por algo bastante simple, vivimos una época en que necesitamos lo inmediato.
Algunos se ponen fatalistas y anuncian la muerte de la televisión, sin embargo cómo todo lo que ha muerto en los últimos años (cine, libros, música, periódicos, revistas, la ingenuidad) sólo se trata de una transformación en la que la crisis de la programación sucumbirá. La TV se está fragmentando en diferentes pantallas, horarios, situaciones de consumo y audiencias, pero lo mejor de todo es que la división responde a una sola necesidad, finalmente tenemos a nuestra disposición contenidos que anteriormente eran vedados por los pequeños grupos que controlan la cultura y el entretenimiento.
Gracias a la banda ancha nos saltamos del alguna forma al odioso intermediario, nos evitamos los comerciales (ésta bien vemos algunos comerciales, pero en ruso, así que importa) y, lo mejor, sacamos de nuestro campo visual las manos con ojitos y ropa y las conductoras que se paran como demostradoras del departamento de carnisalchichonería.
Me gustó mucho, un excelente análisis en corto del futuro de la programación, no eres fatalista, lo cual me gusta...estoy harta de las "muertes anunciadas" ajajja