Justo ésta semana muchos amantes de los libros se han dado a la tarea de rescatar letras en el 4to Remate de Libros del Auditorio Nacional, el evento organizado por la Secretaría de Cultura del Gobierno del Distrito Federal que reúne 250 editoriales durante una semana para salvar algunas obras que desde hace meses están en bodegas y que de otro forma seguirían ocupando espacio o terminarían en la planta de reciclaje.
Como en las anteriores ediciones fue un gusto ver a mucha gente puesta, presta y dispuesta a abrirle un espacio a las letras, sin embargo sabemos que ese naciente impulso está sufriendo una gran transformación en nuestras propias manos.
Desde hace años se habla de la crisis editorial, se culpa a los eReaders, sin embargo la crisis empieza con la materia prima que sirve para crear las hojas de un libro. El precio del papel está subiendo dramáticamente, incrementando el precio de los libros y afectaando la comercialización de los periódicos y las revistas. El precio de la celulosa subió en un año un 50%, pero no sólo eso, ya se anuncian nuevos incrementos porque las reservas de celulosa en el mundo bajaron, sobre todo a partir del temblor de Chile que afectó la industria papelera de las regiones de Maule y BioBio de manera directa.
Es un inevitable círculo vicioso: la baja oferta de papel y el incremento de su demanda, suben el precio, lo que conlleva a una nueva forma de delincuencia. En la ciudad de México se ha hablado incluso de robo de papel en blanco para impresión de libros por parte de piratas (si, la piratería no se limita a discos, películas y ropa). Desde esa simple perspectiva, vemos que el precio seguirá subiendo y, por consecuencia, diversas revistas, periódicos y algunas editoriales irán muriendo.
Algunos ven el cambio con tristeza y se rebelan a la idea de abandonar el papel por pantallas electrónicas. Otros festejan que la era de la imprenta termina, por ejemplo el escritor español Enrique Vila-Matas cita a su nueva novela Dublinesca como una parodia apocalíptica sobre el fin de la era Gutenberg y el embate de la etapa digital en la alta literatura. Él, como muchos, se da cuenta que la literatura ha ido cambiando y que no está en su mejor momento, sin embargo no lo vive como un drama, cree que existe una continuidad entre la era de la imprenta y la era digital. Se presenta como una ruptura con ciertas áreas, como las revistas y los periódicos, sin embargo “lo que nunca va a desaparecer es el pensamiento, la escritura”.
La literatura adoptará otras formas. Sin lugar a dudas el futuro de las librerías está en Internet. En el mundo digital, las librerías que vienen también deberán buscar su espacio propio, su diferencia. Sabemos que las letras estarán incrustadas al audio, vídeo y streaming en todo lo que hagamos. El formato Epub, que es el estándar para los libros electrónicos en la actualidad, apoyará el texto narrativo tradicional, con lo que se garantiza que el libro, se mantenga como esa realidad singular, quizá una realidad no meramente técnica, porque ya lo decía Jorge Luis Borges: “De todos los instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro”.
Por supuesto, aunque el libro se define como ese conjunto de hojas, con un volumen y un tamaño determinados, nosotros sabemos perfectamente que los libros anteceden en el tiempo al formato que hoy conocemos. Hubo épocas en que hombres cultísimos nunca tuvieron en las manos un libro en el sentido moderno. Aristóteles no tuvo un libro, Séneca y otros autores no conocieron lo que es el libro en el sentido moderno del término, de modo que tampoco tenemos que escandalizarnos si futuros eruditos, si futuros escritores, si futuros creadores no tienen exactamente un libro como los que tenemos nosotros.
Por supuesto, el libro poco a poco se va convirtiendo. Entonces, ¿qué ocurre con los libros y los e-Readers? Es difícil de saber. Sin embargo yo, que desde hace unos años leo con extrema voracidad libros electrónicos, tengo algo bien claro: los libros pueden ser un conjunto de hojas, pero la parte más importante de un libro son las palabras y las ideas. Con esos dos elementos son dispensables las hojas.
Como en las anteriores ediciones fue un gusto ver a mucha gente puesta, presta y dispuesta a abrirle un espacio a las letras, sin embargo sabemos que ese naciente impulso está sufriendo una gran transformación en nuestras propias manos.
Desde hace años se habla de la crisis editorial, se culpa a los eReaders, sin embargo la crisis empieza con la materia prima que sirve para crear las hojas de un libro. El precio del papel está subiendo dramáticamente, incrementando el precio de los libros y afectaando la comercialización de los periódicos y las revistas. El precio de la celulosa subió en un año un 50%, pero no sólo eso, ya se anuncian nuevos incrementos porque las reservas de celulosa en el mundo bajaron, sobre todo a partir del temblor de Chile que afectó la industria papelera de las regiones de Maule y BioBio de manera directa.
Es un inevitable círculo vicioso: la baja oferta de papel y el incremento de su demanda, suben el precio, lo que conlleva a una nueva forma de delincuencia. En la ciudad de México se ha hablado incluso de robo de papel en blanco para impresión de libros por parte de piratas (si, la piratería no se limita a discos, películas y ropa). Desde esa simple perspectiva, vemos que el precio seguirá subiendo y, por consecuencia, diversas revistas, periódicos y algunas editoriales irán muriendo.
Algunos ven el cambio con tristeza y se rebelan a la idea de abandonar el papel por pantallas electrónicas. Otros festejan que la era de la imprenta termina, por ejemplo el escritor español Enrique Vila-Matas cita a su nueva novela Dublinesca como una parodia apocalíptica sobre el fin de la era Gutenberg y el embate de la etapa digital en la alta literatura. Él, como muchos, se da cuenta que la literatura ha ido cambiando y que no está en su mejor momento, sin embargo no lo vive como un drama, cree que existe una continuidad entre la era de la imprenta y la era digital. Se presenta como una ruptura con ciertas áreas, como las revistas y los periódicos, sin embargo “lo que nunca va a desaparecer es el pensamiento, la escritura”.
La literatura adoptará otras formas. Sin lugar a dudas el futuro de las librerías está en Internet. En el mundo digital, las librerías que vienen también deberán buscar su espacio propio, su diferencia. Sabemos que las letras estarán incrustadas al audio, vídeo y streaming en todo lo que hagamos. El formato Epub, que es el estándar para los libros electrónicos en la actualidad, apoyará el texto narrativo tradicional, con lo que se garantiza que el libro, se mantenga como esa realidad singular, quizá una realidad no meramente técnica, porque ya lo decía Jorge Luis Borges: “De todos los instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro”.
Por supuesto, aunque el libro se define como ese conjunto de hojas, con un volumen y un tamaño determinados, nosotros sabemos perfectamente que los libros anteceden en el tiempo al formato que hoy conocemos. Hubo épocas en que hombres cultísimos nunca tuvieron en las manos un libro en el sentido moderno. Aristóteles no tuvo un libro, Séneca y otros autores no conocieron lo que es el libro en el sentido moderno del término, de modo que tampoco tenemos que escandalizarnos si futuros eruditos, si futuros escritores, si futuros creadores no tienen exactamente un libro como los que tenemos nosotros.
Por supuesto, el libro poco a poco se va convirtiendo. Entonces, ¿qué ocurre con los libros y los e-Readers? Es difícil de saber. Sin embargo yo, que desde hace unos años leo con extrema voracidad libros electrónicos, tengo algo bien claro: los libros pueden ser un conjunto de hojas, pero la parte más importante de un libro son las palabras y las ideas. Con esos dos elementos son dispensables las hojas.
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